lunes, 31 de mayo de 2010

Consenso y dialogo.

Consenso y dialogo, dos palabras que vienen siendo utilizadas en demasía, dos palabras de moda entre los políticos del establishment económico- financiero- mediático, dos palabras repetidas hasta el hartazgo por los guardianes del paradigma neoliberal de la comunicación.
No en vano se nos repite una y otra vez la necesidad del dialogo, del consenso, naturalizando una valoración híper- positiva sobre las implicancias de estos dos conceptos.
En la búsqueda del consenso y el dialogo, dice el periodismo que defiende este modelo de concentración de medios, es en la cual se avanzará con civilidad en beneficios para la “gente”.
Es lógico este argumento falaz cuando se está intentando imponer un discurso que brega por sostener los intereses corporativos, mas aún en una época en la que se resquebraja el discurso homogéneo que fue parte sustancial para construir la oscura trama mediática en nuestro país.
Asimismo es necesario dado que la cristalización de dicho argumento como una verdad natural, absoluta e incuestionable ha permitido imponer todo un sistema de ideas durante tres décadas, toda una cosmovisión, que si bien retoma líneas clásicas como la nefasta visión del granero del mundo, también presenta toda una concepción renovada sobre el Estado, el mercado, la sociedad, los medios, y desde luego las formas en que deben relacionarse entre sí.
Pero consenso y dialogo tienen a la vez la raíz común intrínseca de la idea occidental de “civilización”.
Los “civilizados” son los que dialogan y consensúan, los que se ponen de acuerdo, ello en oposición a los bárbaros incapaces de acordar y únicamente destinados a la negatividad que otorga esta visión sobre el conflicto, asociándolo a la violencia de los marginales, y en este último tiempo a una virtual crispación.
Desde esta raíz y como complemento de las ideas occidentales civilizatorias es que se fundamenta con estos dos conceptos bien útiles a la hora de sostener el sistema de ideas y el poder real.
Porque estas dos palabritas mágicas implican el falso supuesto de que no hay intereses opuestos por dirimirse en una sociedad, niegan el conflicto desterrándolo como hicieran Roca, Sarmiento y compañía con aquellos a los que llamaron bárbaros en la campaña del desierto con el único fin de apoderarse de las tierras y riquezas de estos últimos.
El consenso y el dialogo niegan la necesidad de cambiar la ecuación de poder en términos amplios, niegan la necesidad de modificar la ecuación económica con una distribución mas equitativa de la riqueza, niegan la discusión sobre la tierra y los medios de producción, todo ello en pos de sostener en lo discursivo y en lo real el statu quo de las corporaciones económicas y dentro de estas del entramado mediático consolidado a sangre y fuego en nuestras tierras.
El consenso y el dialogo lo único que proponen es un vacío de contenidos en la política y en la sociedad para garantizar las relaciones de producción y las desigualdades sociales.


Compañero Ikal Samoa

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