Ayer, tras la ya conocida ratificación de los comicios
provinciales por parte de la Corte Suprema tucumana, la Junta Electoral
Provincial, a expensas de los resultados, proclamó a Juan Manzur como
gobernador electo.
La diferencia de más de 100 mil votos - 491.951 a 380.418
obtenidos por el candidato que nucleó a toda la oposición, José Cano-, que
obtuviera la fórmula del Frente para la Victoria, expone un acompañamiento al
oficialismo y una vocación de continuidad; mensaje contundente del voto popular
que la oposición con dos jueces a su servicio, intentaron, y aún intentan, socavar.
Aún intentan, porque más allá de las palabras mentirosas expuestas
por Mauricio Macri; Sergio Massa; o el propio Cano, en las que dicen respetar
la decisión que los ciudadanos tomaron el 23 de agosto pasado, lo cierto; el
dato real, es que han presentado un recurso con la intensión de que sea la
CSJN, la que intervenga con su tan soñada como ilegítima pretensión de
anulación de la elección con consecuente golpe institucional.
Sueño difícil de hacerse real desde el vamos, el opositor,
porque el propio fallo de la Sala I no mencionaba la palabra fraude entre sus
consideraciones, porque en efecto, no pudieron presentar una sola prueba de su
existencia.
Más difícil lo es ahora, con un Manzur ya proclamado que hoy recibirá el
diploma de gobernador, y con una CSJN que carecerá de argumentos para
deslegitimar la voluntad popular frente a un hecho consumado y a prácticamente
un mes de las elecciones nacionales.
Más allá de esto último, lo cierto, es que la oposición
sigue con su pretensión de terminar con este proceso político a cualquier
precio y sin importarle dañar a las instituciones o a la voluntad de origen que
es única e irremplazable en un proceso democrático.
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