Celebradas ayer, las elecciones de medio término en los Estados Unidos han arrojado una contundente victoria del Partido Republicano que logró consolidar una amplia mayoría en la Cámara de los Representantes, y obtener gran parte de las gobernaciones en juego.
En cuanto a la primera, los resultados finales han expresado que los republicanos poseerán 236 bancas mientras que el Partido Demócrata tan solo 199 durante los dos últimos años de gobierno de Barack Obama.
A ello debe agregarse que la perdida en el control de la Cámara de Representantes va acompañada de la perdida de la presidencia de esta, que a partir de ahora estará bajo control opositor.
En referencia a las gobernaciones, si bien aún restan definirse 11, los resultados ya arrojan victorias republicanas en 27 estados contra solo 12 de los demócratas.
No obstante, debe señalarse que los resultados obtenidos no fueron suficientes para también poder imponer su número en la Cámara de Senadores, aunque han estrechado notablemente la distancia para con el partido de gobierno consiguiendo 47 escaños contra 53 del Partido Demócrata.
Las claves de los comicios han sido dos, que ha su vez entrelazadas han potenciado esta durísima derrota para Obama.
La inicial, interpretable a través del análisis de la composición del voto, nos indica que a diferencia de la elección presidencial en 2008, ayer la participación de los jóvenes fue escasa, y esto puede achacarse al desencantamiento de este sector ante la incapacidad del gobierno para mejorar la situación del empleo en el país.
A esto debe sumarse que el voto femenino, en el cual tradicionalmente los demócratas tienen abrumadora mayoría, esta vez ha sido parejo, y que ha concurrido masivamente a las urnas el sector de la tercera edad – paradójicamente el mayor beneficiario del plan de salud que implementase Obama- dándole un espaldarazo muy fuerte a la oposición.
La segunda clave de estos comicios estuvo en el Tea Party construido y liderado por la gobernadora de Alaska Sarah Palin.
El movimiento ultraconservador con el triangulo de preceptos tradición; familia y propiedad, ha venido ganando espacio a fuerza de su enorme penetración en la sociedad civil y tuvo su correlato en las listas republicanas desplazando del centro de la escena al establishment tradicional del partido, y en la conquista de victorias fundamentales como las de los estados de Florida, Kentucky, Wisconsin e Illinois.
El Tea Party logró captar y potenciar los miedos xenófobos contra los inmigrantes de los sectores medio y medio- bajo de la sociedad con un discurso notablemente proteccionista inclusive a nivel económico – argumentando el cierre de importaciones como solución para proteger y generar empleo-, y cínicamente antiestatista en cuanto al rechazo total de supuestas intervenciones del estado nacional que empeoran la crisis y vulneran derechos individuales aunque, desde luego, el antiestatismo se termina donde empieza el presupuesto militar.
La conformación del nuevo mapa político norteamericano, entonces, nos plantea dos posibles escenarios, ambos con un corrimiento político hacia la derecha.
El primero, dentro de su complejidad notablemente el menos difícil para los demócratas, radica en la posibilidad de negociar con el sector republicano tradicional – ese al cual pertenece la familia Bush o el pasado candidato a presidente John McCain- a fin de encontrar acuerdos que le permitan gobernar aún cuando ello necesariamente signifique un giro hacia la derecha.
El segundo, decididamente nefasto para el oficialismo, implicaría el acuerdo y la consolidación de un trabajo conjunto entre el Tea Party y el establishment republicano con la consecuencia lógica en la imposibilidad para gobernar que acarrearía esto para Barack Obama.
Este es el escenario más probable, máxime si se toman en cuenta las públicas declaraciones de varios líderes republicanos de ambos sectores quienes han señalado como su principal objetivo que el actual presidente no sea reelecto.
En cuanto a la primera, los resultados finales han expresado que los republicanos poseerán 236 bancas mientras que el Partido Demócrata tan solo 199 durante los dos últimos años de gobierno de Barack Obama.
A ello debe agregarse que la perdida en el control de la Cámara de Representantes va acompañada de la perdida de la presidencia de esta, que a partir de ahora estará bajo control opositor.
En referencia a las gobernaciones, si bien aún restan definirse 11, los resultados ya arrojan victorias republicanas en 27 estados contra solo 12 de los demócratas.
No obstante, debe señalarse que los resultados obtenidos no fueron suficientes para también poder imponer su número en la Cámara de Senadores, aunque han estrechado notablemente la distancia para con el partido de gobierno consiguiendo 47 escaños contra 53 del Partido Demócrata.
Las claves de los comicios han sido dos, que ha su vez entrelazadas han potenciado esta durísima derrota para Obama.
La inicial, interpretable a través del análisis de la composición del voto, nos indica que a diferencia de la elección presidencial en 2008, ayer la participación de los jóvenes fue escasa, y esto puede achacarse al desencantamiento de este sector ante la incapacidad del gobierno para mejorar la situación del empleo en el país.
A esto debe sumarse que el voto femenino, en el cual tradicionalmente los demócratas tienen abrumadora mayoría, esta vez ha sido parejo, y que ha concurrido masivamente a las urnas el sector de la tercera edad – paradójicamente el mayor beneficiario del plan de salud que implementase Obama- dándole un espaldarazo muy fuerte a la oposición.
La segunda clave de estos comicios estuvo en el Tea Party construido y liderado por la gobernadora de Alaska Sarah Palin.
El movimiento ultraconservador con el triangulo de preceptos tradición; familia y propiedad, ha venido ganando espacio a fuerza de su enorme penetración en la sociedad civil y tuvo su correlato en las listas republicanas desplazando del centro de la escena al establishment tradicional del partido, y en la conquista de victorias fundamentales como las de los estados de Florida, Kentucky, Wisconsin e Illinois.
El Tea Party logró captar y potenciar los miedos xenófobos contra los inmigrantes de los sectores medio y medio- bajo de la sociedad con un discurso notablemente proteccionista inclusive a nivel económico – argumentando el cierre de importaciones como solución para proteger y generar empleo-, y cínicamente antiestatista en cuanto al rechazo total de supuestas intervenciones del estado nacional que empeoran la crisis y vulneran derechos individuales aunque, desde luego, el antiestatismo se termina donde empieza el presupuesto militar.
La conformación del nuevo mapa político norteamericano, entonces, nos plantea dos posibles escenarios, ambos con un corrimiento político hacia la derecha.
El primero, dentro de su complejidad notablemente el menos difícil para los demócratas, radica en la posibilidad de negociar con el sector republicano tradicional – ese al cual pertenece la familia Bush o el pasado candidato a presidente John McCain- a fin de encontrar acuerdos que le permitan gobernar aún cuando ello necesariamente signifique un giro hacia la derecha.
El segundo, decididamente nefasto para el oficialismo, implicaría el acuerdo y la consolidación de un trabajo conjunto entre el Tea Party y el establishment republicano con la consecuencia lógica en la imposibilidad para gobernar que acarrearía esto para Barack Obama.
Este es el escenario más probable, máxime si se toman en cuenta las públicas declaraciones de varios líderes republicanos de ambos sectores quienes han señalado como su principal objetivo que el actual presidente no sea reelecto.
Compañero Ikal Samoa
2 comentarios:
Que se puede decir. El imperio acentúa su decadencia... más que nada, moral.
El tea party y los republicanos recalcitrantes es para mi la peor mierda de este mundo y lamento que seres humanos de este mundo puedan penar como esas personas y que tengamos que convivir con ellas en este planeta
Un abrazo
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