martes, 20 de diciembre de 2011

Raíces y significados de diciembre del 2001.

10 años han pasado de aquel estallido social, producto tan genuino como doloroso, de un modelo económico- político de exclusión y hambre para los sectores populares.
10 años también pasaron, de la conjunción de ello con un hartazgo de los sectores medios quienes tomaron las calles muñidos de cacerolas.
Las jornadas del 10 y 20 de diciembre, trágicas por la represión discrecional orquestada desde el gobierno que conducía Fernando De la Rua, en efecto, fueron la confluencia de reclamos disímiles con consignas incapaces de escapar a la lógica neoliberal.
Lejos del Argentinazo como expresión popular conciente, lectura pretendida como válida desde algún oportunismo de izquierda, aquellos días asistieron más a la confluencia de una reacción social desesperada de los pobres, los excluidos del fantástico mundo neoliberal de la convertibilidad y el mentado país de los servicios, y de la bronca de una clase media que veía caer su nivel de vida de manera notable, al tiempo que aumentaba su disconformidad respecto de un modelo que apoyaron ciegamente durante la década que había precedido a los hechos.
Es claro que el 2001 como reacción popular, tiene sus raíces en la resistencia del MTA y la CTA al desguace del Estado en los ´90, y en las crecientes organizaciones piqueteras que habían surgido cortando las rutas en 1997 en Cutral Có (Neuquén) y Tartagal (Salta), pero indudablemente, a las organizaciones fueron sobrepasadas por la irrupción popular en las calles, aún cuando la protesta estaba lejos de embanderar ideas o un proyecto político común.
Tampoco podía esperarse eso, pues los 30 años de neoliberalismo cultural inevitablemente jugaban su papel en las limitaciones que la declamación sobre hartazgos - hacia “los políticos” y los bancos- tenía, dejando en claro que lejos estaba de cuestionar los fundamentos del neoliberalismo.
En todo caso, aquellas horas de angustia; dolor; y muerte, si pudieron cristalizar que la lógica del sálvese quien pueda tenía una limitación irreductible cuando el individuo ya no podía salvarse y por ende dejaba de ser rentable, y de igual forma permitieron hacer visible el agotamiento de la teoría del derrame, y la crisis de representación, producto exclusivo de la destrucción de las identidades políticas partidarias cooptadas por el paradigma neoliberal.



Compañero Ikal Samoa

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