martes, 6 de julio de 2010

El discurso de la antipolítica.

La nota titulada “Funcionarios adictos al lujo” escrita por Fernando Laborda y publicada por La Nación hoy, es un típico canto a la destrucción de la discusión política con el obvio objetivo de manchar la figura del Ministro de Planificación Federal Julio De Vido.
En la misma este fiel vocero del poder concentrado de la economía, le adjudica al Ministro de Planificación Federal dos viajes con altos costos, o casualidad, a Venezuela y Bolivia.
Claro es que las cifras vertidas por este lacayo de los multimedios no tienen sustento real alguno, y no casualmente en la nota se observa que no se cita fuente alguna, ni fundamentación que permita argumentar tamaños dichos.
La impunidad de la palabra escudada tras el slogan “libertad de prensa” es de gran utilidad para realizar este tipo de notas de opinión que buscan generar una verosimilitud pero no tienen sustento alguno en hechos reales, en pruebas fácticas que evidencien las acusaciones.
Pero seguramente el mayor daño que este tipo de opiniones sin fundamento hacen al debate político, no pasa por el ensuciar a un funcionario del Gobierno popular.
El daño profundo pasa por la constante imposición que los grandes medios hacen a partir de notas como esta consistente en centrar la realidad política en supuestos hechos de corrupción, y de esta forma negar la discusión sobre el proyecto político.
Correr el eje del debate político con la idea facilista y ampliamente conocida que esconde este artículo, esa que iguala la política a la corrupción, busca defender la cosmovisión neoliberal que hoy vemos resquebrajarse, y que tiene como un fundamento central la consolidación de la antipolítica como discurso social.
Justamente el discurso de la antipolítica es aquel que no profundiza una visión crítica sobre el statu quo actual, el que no pretende echar luz a las desigualdades económicas y sociales, el que con su negación de la política como una herramienta de transformación, niega la posibilidad de redistribuir la riqueza de forma mas igualitaria.
Laborda, como tantos otros siervos de la oligarquía, las multinacionales y los grandes medios, defiende los intereses de estos y utiliza el slogan de la “libertad de prensa” para imponer este nefasto discurso de la antipolítica.









Compañero Ikal Samoa

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