jueves, 20 de febrero de 2014

El imperio continúa amenazando.



En el día de ayer, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, asumió nueva y públicamente como propia, aquella tradición de la Casa Blanca de operar en conflictos ajenos.
Cual gendarme mundial, rol que supo profundizar su antecesor en la gerencia de las 200 corporaciones más grandes del mundo – entiéndase como jefe del Estado estadounidense-, Obama mostró la impunidad característica de los opinólogos con el agravante de su status político mundial, en este caso, a fin de continuar colaborando con el intento de desestabilización en Venezuela.
La excusa, una historia contada a medias por el propio gerente, quien se queja de las expulsiones propinadas por Venezuela a diplomáticos de su país, pero se olvida no casualmente, de recordar en público, la activa participación de estos en la intentona golpista.
Pero no conforme con esto, también se permite dar consejos diciendo que se deben “atender los reclamos legítimos” y solicitando que Venezuela “libere a los manifestantes que han sido detenidos y que entable un diálogo verdadero”.
Un cinismo conocido, eso de llenarse la boca con la palabra dialogo, cuando la moneda de cambio habitual de Estados Unidos, es la represión interna y la guerra externa.
Y más allá de eso, una muestra más de la impunidad que aún pretende tener quien ha venido colaborando desde el año 1999, en pos del fin del chavismo.
Y digo desde 1999, porque más allá de los nombres, Clinton; Bush; Obama, la política de intromisión imperial esta lejos de cambiar.

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