Hoy por la mañana, en declaraciones radiales en el programa
de Víctor Hugo Morales, el Ministro de Economía, Axel Kicillof, explicó, entre
otros temas, que el gobierno esta analizando la posibilidad de modificar de
forma más equitativa el esquema de subsidios a las tarifas de gas y energía eléctrica.
Junto con ello, también evidenció el comportamiento de algunos
sectores de la sociedad al expresar que “el Gobierno puso un sistema de renuncia voluntaria de subsidios, en donde
quien se siente avergonzado puede renunciar. Yo renuncié y mucha gente lo hizo,
pero la gran mayoría no. Muchos dicen que están pagando muy poco y se quejan.
No los quiero ver salir a protestar a la calle cuando paguen lo que corresponda”.
No ingenuamente, decido hacer referencia a lo señalado por
Kicillof, porque justamente hace foco en lo que los economistas ortodoxos le
venden a la ciudadanía a diario: Aquello de la necesidad de eliminar los
subsidios en pos de reducir el demonizado gasto público.
Obviamente, la quita de subsidios implica que quién paga su
tarifa subsidiada, deba abonar, probablemente, cinco o seis veces más, al
producirse; algo que también estos economistas intentan ocultar con eufemismos.
Desde luego, considero como viable un esquema de subsidios
que se ajusta más a la realidad de los distintos sectores sociales; un esquema
progresivo, pero no por ello, dejaré de señalar que un esquema de este tipo, implica
necesariamente que muchas familias tengan que empezar a pagar sus tarifas íntegramente
y e aquí la razón de aquellos que toman el discurso ortodoxo pero lejísimos están
de querer abonar la totalidad de la tarifa.
No lo han hecho voluntariamente y menos les gustará hacerlo
por decisión gubernamental, porque la disociación entre discurso y acción tiene
que ver con el individualismo cultural enquistado, que los hace incapaces de
pensar en accionar en pos de un bien común.
Y es algo lógico, porque justamente el individualismo que se
construyo durante la larga noche neoliberal, ha logrado que las ideas de
altruismo o bien común, e inclusive la de pensarse como parte de una sociedad, se
desdibujen completamente.
La ruptura de la conciencia social hace a que estos
conceptos hayan quedado – y para ciertos sectores sociales en mayor medida-
reducidos a una visión ilusoria romántica propia de un terreno fantástico.
Entonces, cuando Kicillof habla de la no renuncia voluntaria, necesariamente refiere a la fractura de la conciencia social; un enorme flagelo que nos legó la larga noche neoliberal.
1 comentario:
El UNICO flagelo, es el del comunismo, totalitarismo,y todos los 'ismos', que lamentablemente, persisten en la tierra; por desgracia, por causa de la estupidez de muchos inconcientes, que no se dan cuenta, que populismo, demagogia, caudillismo, es como..., LA PESTE !
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