Veintitrés minutos, unos ocho más que el año pasado, duró el
discurso que leyó el intendente de la
CABA, Mauricio Macri, en la inauguración de un nuevo año
legislativo.
Un discurso con una catarata de adjetivaciones y palabritas
de moda, pero con nulo contenido en cuanto al desarrollo de su gestión y los números
que esta refleja.
Un discurso sin una sola palabra sobre el mayor problema que
sigue teniendo la Ciudad,
la crisis habitacional, que tras cinco años de gestión, el macrismo sigue
desestimando.
Un discurso en el cual se permitió atacar la gestión del
gobernador de la Provincia
de Buenos Aires, Daniel Scioli, respecto a sus políticas de educación y salud,
pero nada dijo de la subejecución de partidas en esas carteras en su distrito.
Un discurso que negó la profundización de las desigualdades
entre el norte y el sur porteños, mientras elogió el disparatado aumento de las
tierras que cada día, hacen de Buenos Aires un lugar más excluyente.
Un discurso que omitió temas como el excesivo y continuo
aumento del ABL, o el incremento faraónico de la deuda pública.
Un discurso que no deja nada más que cosmética y marketing
de conceptos vacíos, como “ciudad inteligente” o “modernización gubernamental”.
Un discurso bien pro, que confirma el total desinterés por construir un
Estado que se ocupe de los problemas de los sectores populares de la CABA.
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