viernes, 30 de marzo de 2012

Un recuerdo sobre la Guerra de Malvinas.

Iniciaba abril de 1982, no puedo precisar si fue el 3; el 4; o el 5, pero fue uno de esos días en que una gran parte de la sociedad civil, salió a apoyar el macabro delirio de pretender recuperar por la vía de las armas, nuestras Islas Malvinas.
La dictadura cívico militar genocida, cuyo gerente al frente del Poder Ejecutivo por entonces era Leopoldo Fortunato Galtieri, había tomado la determinación de jugar una última carta en su intento por perpetuarse en el poder y ante el creciente descontento social que se había puesto de manifiesto unos días antes – el 30 de marzo- con la huelga general y la masiva movilización a Plaza de Mayo encabezada por el Secretario General de la CGT, Saúl Ubaldini.
Yo era muy chico, aún no había cumplido los tres años y sin embargo tengo una imagen grabada, probablemente la más antigua que tenga de mi infancia y que nunca podré olvidar.
Estaba en brazos de mi madre en la puerta del departamento en el cual vivíamos en la calle Salta, y despedía a mi hermano Iván, quien vestía todo de verde y llevaba varios petates, y a mi papá, que se aprontaba para acompañarlo a la Estación de Constitución, a sólo un par de cuadras de ahí.
Iván había sido informado que debía reintegrarse al Ejercito a un mes de haber recibido la baja tras cumplir con el servicio militar obligatorio, y se disponía a viajar en tren hacia el sur del país.
Lógicamente, con mi corta edad, me resultaba incomprensible porque Iván se iba, y más aún a donde iba y para que iba.
Quizás era esa incapacidad para comprender, o quizás fue el haber sentido que esa despedida no era una despedida como cualquier otra, el punto es que tras la partida de mi hermano, en los sucesivos días, recuerdo que varias veces y en varios lugares, ante la presencia lejana de cualquier muchacho con el pelo rubio, yo decía “¡Ahí está Iván!”.
La respuesta, fuera de mi papá o de mi mamá, siempre era la misma “No, ese no es Iván”.
Con el paso de los años, fui comprendiendo lo que había significado su partida aquel día de abril hacía una guerra en la que, por fortuna o causalidad, el no llegó a combatir.
Una guerra injusta; vergonzante, en la que más de 600 chicos dieron la vida por nuestra Patria, y otros 1200 resultaron heridos.
Una guerra que desde lo estratégico le ha costado carísimo al interés nacional por recuperar la soberanía en los territorios invadidos por Gran Bretaña, y que nos dejo una herida abierta que no puede terminar de sanar sino es a través de la memoria y del reconocimiento a nuestros soldados.
Para ellos; nuestros héroes, el honor; la gloria; y la gratitud eternas, para todos la memoria; la verdad; y la justicia en torno a todo lo ocurrido en esos días de guerra.



Compañero Juan Momeño

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un abrazo grande compañero.

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