El domingo concluyeron los juegos de la Trigésima Olimpiada
de la Era Moderna
en la ciudad de Londres, y a modo de balance, es saludable tomar en cuenta
algunos aspectos a la hora de analizar el desempeño de los atletas y
deportistas que representaron al Comité Olímpico Argentino.
Haciendo un racconto de la historia reciente, debe recordarse que hasta el
año 2008, los atletas y deportistas argentinos – en su enorme mayoría amateurs-
contaban con escaso apoyo del Estado, y debían ingeniárselas para obtener todo
lo necesario para entrenar y competir, algo que se traducía, en la gran mayoría
de los casos, en un autofinanciamiento.
Consecuencia lógica del financiamiento propio, era que debían dividir su tiempo,
relegando así horas, cuando no días de entrenamiento.
Con la creación del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo a fines de 2009,
inicia una nueva etapa en el deporte argentino en la que atletas y deportistas
pueden centrarse en sus actividades para mejorar sus marcas y competir a nivel
nacional e internacional.
Es a partir de ahí, cuando el Estado comienza una política definida que se
traduce en brindar todo lo necesario para que aquellos puedan desarrollarse, y en
Londres, hemos empezado a observar sus incipientes resultados en materia de
competencia.
En Londres, fue la primera vez en la historia de los Juegos Olímpicos que
Argentina participó en 23 disciplinas, 10 de las cuales - canotaje-slalom;
gimnasia artística; handball; hockey sobre césped masculino; lucha; nado
sincronizado; voleibol masculino; voleibol de playa femenino; y triatlón- no habían
tenido representantes del país en Beijing 2008.
En este marco, cabe destacar que en 10 de esas 23 disciplinas, nuestros
deportistas lograron un rendimiento mayor
al del juego olímpico anterior – gimnasia; hockey femenino; tenis; remo;
voleibol; taekwondo; atletismo; boxeo; equitación; y canotaje-, incluyendo la
conquista de podios, diplomas y participaciones en instancias decisivas.
En 12 de las disciplinas, lograron estar entre los ocho mejores: En taekwondo;
hockey femenino; yachting clase 470 para varones; y tenis masculino en singles obtuvieron
medallas, y en atletismo; boxeo; canotaje clase K 20; gimnasia; judo femenino y
masculino; remo; voleibol; tenis doble mixto; y básquet consiguieron diplomas.
Mientras en Beijing 2008 se lograron 6 medallas - incluyendo la de fútbol masculino
que no clasificó para Londres 2012 y la de la prueba Madison en ciclismo que ya
no fue disciplina olímpica este año- y 3 diplomas, en Londres se consiguieron
4 preseas y 10 diplomas, y se participó de finales en remo; gimnasia en
anillas; canotaje; y lanzamiento de bala.
Es claro, desde los números fríos, que aún obteniendo menos medallas, el
crecimiento ha sido cuantitativo y cualitativo en líneas generales, y esto se
ha visto reflejado en la participación argentina en instancias finales y en los
10 diplomas conseguidos.
Dicho esto, también debe entenderse que el cambio con el surgimiento del
ENARD es demasiado reciente como para hacer evaluaciones profundas.
Lo que no puede dejar de observarse es que los casi $200 millones de pesos
en concepto de becas a atletas, entrenadores y cuerpo técnico y en apoyos para
la preparación y participación en competencias internacionales, sumado a los $5.733.000
en concepto de cobertura médica, los $18.683.000 en equipamiento deportivo y los
$5.904.000 en organización de distintas competencias en el país, han hecho posible
la participación de atletas y deportistas argentinos en 23 disciplinas, y son
condición necesaria para que nuestro deporte siga creciendo en términos de alta
competencia.
Sin dudas, se espera que en los próximos juegos a desarrollarse en Río de
Janeiro en el 2016, las participaciones sean mayores y las performances mejores
a las logradas en Londres, pero lo que no debemos dejar de perder de vista es
que el objetivo central de una política deportiva como la que se ha
implementado, no apunta a la conquista de medallas en competencias, sino a
hacer del deporte y el atletismo bases de participación inclusivas en los
chicos y jóvenes.
La meta es que estas disciplinas como tantas otras, puedan formar parte de
sus vidas y aporten a su desarrollo integral como personas.
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