Ayer se conoció el la muerte de Atilio Alterini, quien fuera
candidato frustrado al rectorado de la
UBA; decano de la
Facultad de Derecho de esa casa de estudios entre los años 2002
y 2010; director del Centro de Estudios de Derecho Civil en Derecho y el
Instituto de Derecho Civil de la Universidad Notarial
Argentina; y también ex docente de las universidades Católica Argentina, del
Salvador, Notarial Argentina y de Belgrano.
Con un curriculum con muchos títulos rimbombantes, digno de
cualquier radical de la academia, ámbito elitista si los hay, Alterini fue, en
su vida política académica, una fiel muestra de cómo acoplarse y formar parte
de la intelectualidad del poder real.
Y digo esto porque bajo todas las luces de colores
académicas, se oculta un accionar político nefasto de una persona que supo
cumplir los roles que le fueron requeridos en tanto colaboracionista de
distintas dictaduras.
Allá por 1966, cuando tras el golpe de Estado dado por Juan
Carlos Onganía sobrevino la
Noche de los bastones Largos por la cual todos los docentes la Cátedra Integral
de Derecho Civil II fue expulsada de la
UBA, fue Alterini el único que permaneció, y no casualmente,
pues también lo hizo como secretario de un juzgado nacional de primera instancia en lo civil de la
Capital Federal.
En 1972, con la dictadura de Alejandro
Agustín Lanusse, fue designado por el propio gobierno de facto como
representante del Poder Judicial en la Junta Electoral
que tenía a su cargo la conducción de las elecciones del Foro de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires.
Durante los años 1981 y 1982, Alterini se desempeño como director general de Asuntos Jurídicos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires que tenía
como intendente de facto a Osvaldo
Cacciatore.
Desde luego, este recorrido no es casual, pues responde a la lógica de
alguien que siempre jugo un papel acorde a las necesidades de las corporaciones, en especial, a las de la otrora militar.
Ese fue Atilio Alterini, y cabe recordarlo no sólo para hacer visible
hacia quien han sido dedicados elogios y palabras del senador Ernesto Sanz o el
diputado Ricardo Gil Lavedra, sino fundamentalmente, sino también para evidenciar que espacio han ocupado históricamente, aquellos que se referencian con el academicismo
universitario.
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