Como era de esperar y al igual que el gobierno de Estados
Unidos, el Fondo Monetario Internacional definió su apoyo a los fondos buitres
en la batalla judicial sobre la restructuración de la deuda externa argentina.
Previsiblemente, Cristine Lagarde, la jefa del organismo, se
alineó con la postura del gobierno de Barack Obama, luego de haber dicho que
pretendía apoyar a nuestro país, también como lo hiciera el último.
La definición de no emitir recomendación a la Junta Ejecutiva
para presentar su posición ante la Corte Suprema de los EEUU respecto del litigio,
viene a confirmar no sólo que los dos juegan en bloque, sino también que no
tienen la menor intensión de afectar los intereses de los grupos que viven de
la especulación financiera.
Pero no debe sorprender esta postura, pues los buitres
forman parte de las corporaciones para las cuales, el país del norte y los
organismos multilaterales de crédito, han configurado la fase neoliberal del
capitalismo.
Desde la crisis del petróleo en 1973 y la posterior
instauración global del neoliberalismo político; económico; social; y cultural,
EEUU y el FMI, han sido protagonistas de la constitución del mundo financiero –
bien puede denominarse timba financiera-, cuyas reglas están hechas a medida de
los fondos buitres.
Sin embargo, lo que ambos parecieran no advertir, es que un
fallo contrario a la Argentina,
más allá de las consecuencias para nuestro país, tornaría inviable un sistema
global en el que las deudas públicas son estrafalarias en la Unión Europea y el propio EEUU.
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