Arranco ayer, el senador bonaerense Mario Ishii, y tomó la
posta hoy, el ministro de seguridad de la Provincia de Buenos Aires, Alejandro
Granados, en la intentona por revitalizar el caduco servicio militar obligatorio – probablemente,
lo único positivo que nos legó el menemismo-.
Lo cierto, es que como estas declaraciones estrafalarias por
su contenido ambiciosamente mágico respecto a lo que el ítem inseguridad
refiere, son siempre tomadas por todos los multimedios, la reinstalación del
debate falaz sobre la colimba tiene su reedición, de
esas que aparecen cuando la inseguridad está al tope de las publicaciones masificadas
por repetición.
Ahora, pensar que el camino para los jóvenes que aún no
tienen oportunidades en el país es el de encerrarlos en cuarteles, más allá del
supuesto mentiroso clasista – sí sos joven y pobre, sos chorro- , es, cuanto
menos ridículo.
Ridículo porque no tiene ninguna relación con la
problemática social – si la problemática a abordar es la de garantizar
oportunidades para que los jóvenes se formen y accedan al mundo laboral, en
todo caso la clave está en fortalecer líneas políticas que tienen bajadas en
programas como el PROG.RES.AR que apunta
a respaldar a los estudiantes de entre 18 y 24 años-, pero también porque en
última instancia no hace más que fomentar la instalada estigmatización, es
decir fortalece esa visión según la cual ser pobre ameríta ser tratado de forma
distinta, lo que trae entre sus consecuencias una mayor fragmentación social.
Lo que se dice, un disparate.
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