De la inseguridad, al ahora, flamante proyecto de ley
antipiquetes que presentaron los diputados del FpV, Carlos Kunkel y Juan Manuel
Pedrini, la agenda que se sigue desde algunos sectores del kirchnerismo, no es
otra que la impuesta desde el sentido común instalado por los multimedios
opositores, y seguido al pie de la letra por todos los sectores de la
oposición.
Allí radica, el primer problema que hace a una gran
fortaleza del reflujo restaurador y en consecuencia, multiplica los signos de
interrogación entorno al momento que vive el proceso político.
Es que, hacer seguidismo de la agenda opositora, siempre, de
2003 a la fecha, ha sido motivo de debilidad e incertidumbre hacia dentro de un
kirchnerismo que aun así, no se priva jamás de una de sus principales virtudes:
Dar todos los debates en todas las circunstancias y a pesar de las visiones
contrapuestas que pudieran existir internamente.
Es por ello que más allá del contenido de un proyecto con el
que a priori no acuerdo, porque ya está tipificada la legalidad del derecho a
la libre circulación y en todo caso quienes debieran intervenir y hacerse cargo
de esas situaciones son los miembros del Poder Judicial al que le compete
actuar ante el supuesto de un incumplimiento de la ley, lo cierto es que el
propio hecho de pensar en el mismo, no hace más que atender una consigna
impuesta desde el sentido común opositor.
En este sentido, son entendibles las declaraciones del Jefe
de Gabinete, Jorge Capitanich, y el Secretario de Seguridad, Sergio Berni,
despegando al Gobierno de la iniciativa, no porque haya un acuerdo con el
piquete en tanto método de protesta – y diría modus vivendi de varias
organizaciones que no tienen capacidad para legitimar sus reclamos-, sino
porque en el mejor de los casos es responsabilidad de los fiscales y jueces de
turno definir acciones ante el hecho consumado, y fundamentalmente, porque sigue
primando la visión lógica sobre la necesidad de resolver el conflicto social por
canales racionales.
Ahora bien, estas palabras están lejos de apuntar a Kunkel y
Pedrini, y menos aún pretenden quedarse en realzar el despegue en tanto postura
oficial.
Más bien, pretenden ser un llamado de atención a esa lógica
de tomar la agenda ajena como propia o al menos, supeditar la segunda a la
primera, cuando es sabido que ello implica perder el foco sobre para quien se
gobierna y se legisla, y en todo caso, cuales son las políticas concretas a
partir de las cuales se construye un país para todos.
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