Hoy se cumple un año de la tragedia ocurrida en Once, en la
que 51 personas fallecieron y hubo centenares de heridos.
Un año en el cual hemos sido testigos del duelo de sobrevivientes
y familiares de las victimas.
Un año en el cual hemos visto un accionar judicial con inusual
y satisfactoria celeridad.
Un año en el cual asistimos a cambios no menores en la política
de transporte, que dan cuenta de la necesidad de avanzar en repensar el sistema
ferroviario.
No haré hoy mayores reflexiones respecto de lo político, ni daré
espacio a especulaciones y oportunismos opositores.
Tampoco me explayaré sobre la marcha de la causa, que según
los propios damnificados va por buen camino.
Hoy elijo, quizás por entender que en un momento con una
carga emotiva y simbólica tan fuerte lo urgente es respetar el sentir de
quienes perdieron a sus seres queridos, extender un abrazo a los familiares de todas
las victimas fatales y a todas aquellas victimas que aún ahora siguen
padeciendo las secuelas del fatídico accidente.
Para ellos mis respetos y mi solidaridad en un momento único de inmenso
dolor, y el acompañamiento en la exigencia de que haya justicia, y todos los
culpables y responsables deban asumir las consecuencias de sus actos.
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