Así como lo expresa el título, el intendente de la CABA ha salido en las últimas
horas a sentar posición ideológica entorno a lo que el Fútbol para Todos
representa.
Con una excusa falaz a la cual su gestión no honra: “Hay que
tener en claro cuáles son las prioridades” – con ese criterio no se entiende
que hace el pro gastando en innecesarias construcciones para el metrobús; o recitales veraniegos; o areneros que el pro
denomina playas, cuando la ciudad atraviesa la peor crisis habitacional de su
historia-, Macri esboza su apología por la concepción privatista que mide todo
en términos de negocio: “Argentina tiene prioridades y el fútbol se manejaba muy bien sin la intervención y manipulación
del Gobierno nacional”.
Porque, cuando el jefe municipal nos habla de lo bien que “se
manejaba” el fútbol antes de que existiera FPT, no hace otra cosa que adherir a
la nostalgia neoliberal que entiende al fútbol como a tantas otras cosas, como
un producto digno de ser consumido por aquellos que puedan pagarlo.
Lejos de comprender el valor social que se ha recuperado con
FPT, Macri anhela un modelo que destruyó al fútbol argentino explotado por el
multimedios Clarín.
Un modelo que concibe el negocio y en base a este organiza a
los clubes, desterrando su impronta primaria como parte del tejido social.
Un modelo con la misma lógica empresarial con la que
destruyeron al Estado, y que no casualmente, fue el que le permitió a él usar
al segundo club más grande del país como trampolín político.
Eso sí, como vive en campaña, al ser consultado sobre si debía
volver a ser codificado el deporte más popular, Macri evadió la respuesta: “Es una combinación de cosas, falta mucho
para evaluar otros medios alternativos de transmisión”.
Es lógico, no puede expresar su ilegitima visión
excluyente de las mayorías de forma transparente si aspira lograr que el pro deje
de ser un partido vecinal.
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