Cómo es de público y notorio, hace dos días, Joseph Aloisius Ratzinger, también conocido
como Benedicto XVI, anunció que presentará su renuncia al trono del Vaticano el
próximo 28 del corriente.
Habiendo asumido el 19
de abril de 2005 y tras casi ocho años de reinado, el monarca de la Iglesia Católica Apostólica
Romana, da aviso de su cercana dimisión de forma sorpresiva y cuasi excepcional
– es el tercer papa que renuncia de 265 que hubieron, y el caso previo más
reciente fue el de Gregorio XII quien dimitiera en 1415-.
Desde luego, las
especulaciones aparecen al orden del día con el inusual incidente, y más aún si
escuchamos las declaraciones que realizara hoy Ratzinger, asegurando que
renuncia “en libertad y por el bien de la Iglesia”.
La aclaración en
este caso, lejos de sumar, oculta la históricamente bastante bien
cuidada interna de la Iglesia,
que parece haberse fagocitado a su propio monarca.
Una interna que no
por cuidada pierde voracidad, y que en estos días, con la sucesión por definir,
se percibe al rojo vivo.
Lejos de
adelantarnos en meras especulaciones, lo único que podemos afirmar desde este
espacio es que salvo un milagro que obre, el próximo papa será tan o más
ultraconservador que su antecesor, pues tal es la visión de los obispos que hoy
se encuentran en la parte alta de la pirámide de la Iglesia.
En esta configuración,
mucho tuvieron que ver Ratzinger y su antecesor Karol Wojtyla quienes se
encargaron de realizar un perfecto trabajo de “limpieza” desplazando a todos
aquellos sectores progresistas de los espacios de poder en la institución.
Se va Ratzinger quien será recordado como otro
papa alejado de los feligreses del pueblo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario