En el día de ayer hubo masivas manifestaciones en distintas
partes del país en rechazo al saldo del proceso judicial por la desaparición de
Marita Verón, y también, mostrando una altísima disconformidad en general con el obrar de
los poderes judiciales nacional; provinciales; y de la CABA.
Todas ellas, manifestaciones que comprenden el momento
histórico del país en cuanto a la necesidad de protestar pacíficamente;
cuidándose y cuidando al otro.
Todas excepto una, la movilización de la izquierda jurásica
a la Casa de Tucumán
en la CABA, en
la cual, distintos partidos de esa
izquierda que necesita constantemente ajustar la realidad al manual, definieron
pudrirla destruyendo este local, patrimonio público, y lo más grave, atacando e
hiriendo a empleados y policías que se encontraban dentro a fin de cuidar las
instalaciones.
Una veintena de heridos debieron sufrir el embate de este
minúsculo sector con casi nula legitimidad social, quien arrogándose la
potestad para actuar en nombre de la justicia, realizó el ataque desde una
perspectiva tan disparatada cómo falsa.
Según su pensamiento, el ajuste de realidad para que cuadre
en los manuales dogmáticos señala que el gobierno es el responsable de todo lo
que ocurre en la esfera estatal, sin mediaciones ni análisis que contemplen por
ejemplo la división de poderes o como juega el poder económico; los policías
son asesinos siempre y por ende merecen ser agredidos; y existe una cadena de
mando lineal que baja desde el gobierno norteamericano a los gobiernos
municipales que incluye, obviamente, a todos poderes del Estado.
Este tipo de análisis disparatados son los que los llevan a
la conclusión según la cual, cualquier acción directa contra el Estado, sea
nacional o provincial, es parte de la lucha “revolucionaria”, y en tanto así
sea, es válida sin medir consecuencia alguna.
Una lógica que escapa totalmente a cualquier atisbo de
realidad para sumergirse en una suerte de mundo fantástico donde, en tanto
acción directa, destruir la Casa
de Tucumán en la ciudad y herir a quienes allí trabajan y a los policías que
allí se encontraban, sería un paso más en la lucha revolucionaria.
Lo cierto, es que este tipo de accionar tan patético como
irracional, yendo más allá de la gravedad por el saldo de lo ocurrido, en la
sociedad genera un profundo rechazo, y por ende, suele ser utilizado por los
sectores corporativos para bastardear a la política.
Este tipo de acciones aportan a la despolitización social, y
le dan a los escribas de la antipolítica letra para hacerse un festín.
Todo ello, al margen del apoyo brindado ayer por Susana
Trimarco, la persona con más legitimidad para expresarse tras el lamentable
fallo en Tucumán, a la otra movilización realizada en la CABA que fue frente a
Tribunales.
Las puestas en escena en las que pretenden vestirse de revolución,
realizadas por esta izquierda jurásica, siempre arrojan saldos que colaboran
con la cultura neoliberal del descreimiento; el individualismo y la
fragmentación social.
1 comentario:
Excelente análisis. Da pena que aquellos que hacen del análisis dialéctico su dogma terminen siendo tan lineales. Pero eso, como decís vos, se traduce en la muy baja legitimidad popular de la que gozan, la misma o menor que la de aquellos a los que son funcionales. Saludos
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