Hoy por la mañana en declaraciones radiales, el rector de la Universidad de Buenos Aires, Rubén Hallú, dio a conocer la inclusión de lo que denominó “trabajos comunitario o educación solidaria”, como nuevo requisito curricular para poder obtener el diploma universitario en todas las carreras.
En consecuencia, los estudiantes que ingresen a cualquier carrera de las 13 facultades de la UBA en 2013, para poder recibirse, deberán cumplimentar 40 horas de prácticas comunitarias relacionados con su profesión, a desarrollarse en el marco de una o varias materias con actividades fuera del aula, algo que el rector definió como “una estrategia pedagógica para devolverle a la sociedad algo de lo que nos da”.
“Puede ser un instrumento de cambio, acercando a la universidad a los sectores más desfavorecidos y ayudando a promover su desarrollo”, expresó Hallu, y agregó que “la producción de saberes de la universidad debe contemplar las particularidades de la sociedad en la que está inserta, detectar los problemas y desafíos, ofrecer respuestas, realizar acciones directas y retroalimentar el desarrollo de nuevos contenidos”.
Hasta aquí, la noticia resulta inmejorable y viene a dar respuesta a un reclamo histórico de los sectores nacionales y populares de la universidad.
La UBA, durante años pretendió forjarse como una isla exenta de las realidades sociales, y abocada a una producción de conocimiento ligado a intereses, en muchos casos corporativos.
30 años de gobiernos radicales, hicieron de la universidad más grande del país una suerte de cantera de las grandes multinacionales, dejando de lado un sentido crítico tan necesario como aislado a espacios desfinanciados.
Evidentemente, las consecuencias saltan a la vista en un momento en el que nuestro país necesita de espacios académicos trabajando; generando conocimiento, en pos de las necesidades del pueblo, y de allí el camino que se inicia con el trabajo comunitario.
Habrá que discutir cómo se llevan adelante las prácticas universitarias; con qué objetivos; y cómo se piensan en su articulación con otros sectores sociales, porque en ese debate radica el sentido y los fundamentos de las mismas.
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