Ayer vivimos otra jornada histórica cuando el Senado de la Nación, aprobó dos leyes imprescindibles en la construcción de un país más justo; igualitario; y humano.
Por un lado, se sancionó con amplia mayoría el derecho de morir con dignidad, por el cual se permite al paciente con una patología irreversible, aceptar o rechazar terapias o procedimientos médicos o biológicos que pudieren alargar su agonía.
La norma también aclara que en caso de que un paciente no estuviera en condiciones de manifestar su intención, sus familiares cercanos pueden hacerlo en su lugar.
Es indudable que esta ley, otorga un derecho que hace a la misma condición humana de toda persona avanzando en comprender que la muerte es parte de la vida, y que ayudar a mitigar el sufrimiento de un paciente terminal nos humaniza como sociedad.
Por otro lado, la cámara alta aprobó la norma que garantiza el derecho a la identidad de género, es decir a que cada persona vea reflejada en su Documento Nacional de Identidad, la identidad con la que se autopercibe, y también lógicamente, que cuente con acceso integral al sistema de salud.
Se imponía como una necesidad a esta altura, el hecho de poder saldar la deuda que teníamos como sociedad, respecto de la identidad de género.
Urgía erradicar un perjuicio discriminatorio que sufrían de forma explicita muchas personas, para continuar avanzando en la ampliación de derechos.
El rol fundamental e indelegable del Estado como garante de la igualdad de derechos, así como de la aplicación de políticas que apunten a la comprensión social del valor de la diversidad, una vez más, se pone de manifiesto con la aprobación de esta ley que continúa un camino de crecimiento civil.
Gracias a las leyes sancionadas ayer, hoy amanecimos siendo una sociedad más justa y más humana.
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