Ayer por la tarde, a lo largo de 6 horas aproximadamente,
con cuartos intermedios varios, el Vicepresidente, Amado Boudou, fue indagado
por el juez Ariel Lijo.
Fue en el marco de la causa por la ex Ciccone Calcográfica,
en la cual Lijo y el fiscal Jorge Di Lello, lo acusan – ambos, pese a que es
potestad de la fiscalía y no del juez en un Estado de Derecho, pero el poco
usual escrito del segundo justificando la indagatoria, muestra su voluntad
acusadora y casi de prejuzgamiento- de negociaciones incompatibles con la función
pública, o al menos, esa es la hipótesis por la cual lo llamaron a declarar en
calidad de imputado.
Mientras el fiscal y el juez plantean su hipótesis,
reformulada varias veces por lo que los Ciccone pasaron de ser testigos a
querellantes y luego imputados, y siempre partiendo de un inicio exclusivamente
mediático de la causa – recuérdese que todo esto inició con el grupo Clarín
diciendo que Laura Muñoz, ex esposa de Alejandro Vanderbroele, había asegurado
que este último era testaferro de Boudou en la compra de la Compañía
Sudamericana de Valores, antiguamente Ciccone Calcográfica, cuando Muñoz no
sólo nunca dijo eso ante los micrófonos de los multimedios, sino que tampoco lo
dijo en su declaración judicial; la que consta en el expediente-, la defensa del
Vicepresidente apunta a exponer las incongruencias entre el relato de Lijo, un
juez que cabe recordar es el cuñado de Gabriel Cavallo, abogado de Ernestina
Herrera de Noble, y lo que consta como elementos probatorios en el expediente.
Fue esto último, lo que hizo Boudou ayer en su declaración,
que Lijo no permitió transmitir en vivo negando la posibilidad de transparentar
todo el procedimiento, pero que el primero se encargó de difundir en su
traducción escrita.
Desde luego, Boudou negó todas las acusaciones, respondió
todas las preguntas y dio detalles que colaboran a exponer las incoherencias que
hacen que el relato acusatorio no cierre
por ningún lado y no concuerde con la carga probatoria del expediente; carga
que incluye testimonios como el de Muñoz y el ex empleado del Ministerio de
Economía, José Guillermo Capdevilla – ese que ahora dice que se siente
amenazado pero todo el mundo parece poder encontrarlo para hacerle una nota-,
que fortalecen la pretensión de ausencia de delito.
A tal punto, el expediente no tiene nada que ver con el
relato del juez - el mismo que el de los opositores: Clarín; La Nación;
Infobae; y Perfil, medios que a diferencia del resto de los mortales sí tienen
acceso a toda la causa y anticipan con el noble arte de la adivinación las
definiciones de Lijo-, que la investigación no ha probado al día de hoy, el
supuesto del conocimiento entre Boudou y Vanderbroele – recuérdese que ambos
dicen que no se conocen y no hay una sola prueba que los desmienta a la fecha-.
Utilizando el noble arte de la adivinación que pedimos
prestado a los multimedios opositores por un ratito, podemos anticipar que la
causa va a seguir con el procesamiento de Boudou – algo que el mismo ha dicho y
que cae de maduro dado que no hay razón para pensar que Lijo no va a seguir
obrando como hasta ahora, sin considerar la carga probatoria-, y en paralelo continuará
el show de condena mediática que lleva horas y horas de televisión; ríos de
tinta; y casi unas 200 tapas de Clarín.
Dicho esto, cabe recalcarse como una muestra más de donde
reside el poder, el hecho, y diría casi la única certeza que arroja la causa:
Que su totalidad en esta etapa de instrucción, está vedada para todo aquel que
no sea Clarín; La Nación; Infobae; o Perfil.
Y más allá de esto, considerando la gira de todos los opositores
con cargos institucionales por los distintos medios a fin de aportar en el
discurso demonizador y condenatorio del Vicepresidente, sugiriendo su licencia;
renuncia; o juicio político, lo que se vuelve a poner de manifiesto es la
incapacidad, no sólo de elevar el nivel de debate y escapar a la agenda
mediática, sino también de escapar a la idea de la judicialización de la
política como elemento exclusivo para confrontar.
Tras 11 años de kirchnerismo, el piso del debate político,
cuando este no logra elevarlo o no aparece alguna de esas honrosísimas
excepciones opositoras, continúa estando en el decimocuarto subsuelo; lugar donde
se parte de la negación del otro y las cuestiones de fe, la discusión de ideas
y proyectos es inexistente.
1 comentario:
Tal cual.
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