Con la mayoría de las extorsiones de policías provinciales en
baja y las resoluciones en alza, se empiezan a conocer mayores precisiones
sobre el vínculo directo entre la maniobra sediciosa y los saqueos.
Zonas liberadas; instigación; e inclusive, participación
directa de efectivos, son algunos de los datos que dan cuenta sobre lo que bien
expuso la Presidenta,
Cristina Fernández, ayer en su discurso al encabezar el acto por los 30 años de
democracia: “No creo en las casualidades ni tampoco en que los hechos se
producen por contagio. Algunas cosas que pasan en determinadas fechas y con
determinados protagonistas son por planificación y ejecución con precisión
quirúrgica”.
Al margen de quienes pudieran haberse sumado a los saqueos, las
informaciones sobre el entramado que hizo a la situación caótica en gran parte
del país, dan certezas de un modus operandi reiterado - algunos fiscales, por
orden de la Procuradora General
de la Nación,
Alejandra Gils Carbó, lo están investigando, en ruptura con la inacción
judicial- que evidencia una planificación, y vuelve a poner sobre el tapete que
en la práctica cotidiana, las policías actúan como gestionadoras y reguladores
del delito, y no como fuerzas garantes de la seguridad.
La conexión entre miembros de estas fuerzas y bandas que se
dedican a delinquir, hace a una suerte de regulación por rama del delito, que se
maneja acorde al humor social, algo que implica connivencia y cierta protección
a cambio de dividendos.
Desde luego, esto no es algo nuevo, pero en todo caso sí
debe considerarse a la hora de encarar el debate sobre las formas en que los
policías pueden reclamar por las condiciones laborales.
Otro aspecto no menor a poner en la balanza que guarda
relación directa con la policía como gestionadora, es la conformación de su
estructura en cuanto al reparto de roles y dividendos; algo en lo que el peso
de la subordinación piramidal es obviamente determinante.
Entonces, pensar en la discución sobre lo que comúnmente se
denomina sindicalización, implica pensar en todos estos aspectos que hacen al
autogobierno policial, y que terminan transformando a una fuerza de seguridad
en una mafia enquistada en el Estado, sea nacional o provincial.
Por ello, resulta urgente no plantear una discusión reducida, y antes, repensar una necesaria reestructuración policial que rompa con el autogobierno y su devenir mafioso.
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