Aunque opositores de todas las trincheras habidas y por haber lloren; pataleen; y se rasguen las vestiduras, mintiendo sobre la realidad de nuestro país en el concierto de las naciones, ayer, la realidad se los volvió a llevar puestos.
La Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, asumió tal cual estaba previsto, la presidencia pro tempore del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; otro logro no menor de la diplomacia argentina.
Y digo otro logro, no por la vanidad de tener el cartelito de presidencia, sino porque eso nos ha permitido, a Argentina y a todos los países que apoyaron nuestra candidatura, sentarnos en la mesa de las arcaicas grandes potencias y plantearles de frente la urgencia por reformular cuestiones clave de un derecho internacional tantas veces bastardeado por sus propios gestores.
Argentina, mal que les pese a algunos; gracias a este Gobierno Nacional y Popular, fue elegida para encabezar esta batalla por la construcción de un sistema internacional que no sea garante de los privilegios de los ganadores de la segunda guerra mundial.
En este contexto, se entiende al histórico reclamo para que Gran Bretaña cumpla las resoluciones de la ONU y se atenga a dialogar por la soberanía de nuestras Islas Malvinas; Georgias del Sur; y Sandwich del Sur, como parte del terminar con esos privilegios.
De la misma forma, se entiende la necesidad de reformar la Carta Orgánica de Naciones Unidas, y fundamentalmente, la del vergonzoso Consejo de Seguridad que garantiza el poder de veto a las potencias.
“Uno de los principales problemas de gestión de conflictos – en relación a los internacionales- es preciosamente el derecho de veto”, señaló Cristina y agregó: “Ampliar el derecho de veto no hace más que agrandar el problema porque en lugar de cinco países ahora serán ocho o nueve, lo que haría el sistema más caótico. Casi como una Torre de Babel”.
El desafío es “construir consensos para las resoluciones de conflictos” explicó e hizo un racconto sobre el funcionamiento de UNASUR y la CELAC.
El planteo fue conciso y directo, y aún cuando es sabido, las potencias en franca decadencia no piensan ceder nada, su legitimidad decrece velozmente.
Es justamente esto último, una de las razones por las cuales se entiende que la posición argentina continúe sumando adeptos y haya logrado sentarse en la presidencia pro tempore ayer.
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