Tras el cierre de listas y con el plazo de la oficialización
cerca de cumplirse, ayer mismo, largó la campaña electoral para la Provincia de Buenos
Aires, aunque de manera extraoficial.
La cadena nacional de medios opositores estuvo, esperable y
burdamente, a la vanguardia, saliendo a publicitar su nueva y sobredimensionada
“esperanza blanca”: Sergio Massa, y no se demoró en salir a demonizar la figura
de Martín Insaurralde, el precandidato que encabeza la lista a diputados por el
Frente para la Victoria:
Lo que bien pude definirse como una muestra de preocupación.
Por otra parte, también asistimos al llanto colectivo de
todos los opositores corridos por la nueva lista de las corporaciones, quienes
no ahorraron su desprecio en esta situación de creciente desplazamiento.
Massa construido por la opinión publicada como nueva estrella
opositora, es sin dudas, una espina que atraviesa del radicalismo al binnerismo,
y que le duele sobre todo, a los Moyano y los De Narváez; quienes hubieran
querido pegársele.
Pero sin dudas, el más dolorido de todos ha de ser Mauricio
Macri; el mayor derrotado en este cierre de listas.
Incapaz de trascender la escena municipal con un armado que
de sustento a sus grandilocuentes aspiraciones, Macri ahora asiste a un
desplazamiento que lo corre del lugar de empleado del mes que tantas veces supo
ganarse.
Parece no haber alcanzado ni su apoyo a las empresas de
salud en su fallido intento por detener la
Ley Nacional de Fertilización Asistida, ni
la ley Clarín porteña; hecha a la medida de los intereses de Magnetto.
Macri ya no esta en el lugar de privilegio, simplemente porque la nueva “esperanza
blanca”, justamente tiene esa cualidad: Ser la esperanza de los grupos
concentrados de la economía para enterrar las políticas populares y desempolvar
los viejos manuales del neoliberalismo exclusivo.
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