Ayer por la tarde en el Estadio Ciudad de La Plata, la Policía de la Provincia de Buenos
Aires asesinó un hincha de Lanús y dejó a otro en grave estado.
Los hechos ocurrieron sobre el comienzo del encuentro que
disputaban el local, Estudiantes, y el equipo Granate, y según consta en el
expediente, como parte de una violenta represión que inició tras el impedimento
a los barras visitantes de ingresar al estadio con los bombos.
Al margen que el muerto, Javier Jerez, y el herido de
gravedad conocido como “Tonga”, son parte encumbrada de la barra brava de Lanús,
es evidente que el devenir de los acontecimientos es responsabilidad exclusiva
de la policía bonaerense y quienes la manejan.
Y afirmo esto porque las heridas en ambos casos fueron
producidas con disparos de balas de goma a quemarropa, por parte de la fuerza de seguridad, que tuvo un accionar
que se corresponde con una línea de pensamiento anacrónica que privilegia el
uso de la brutalidad ante cualquier hecho.
Esta línea es la que se ha recuperado con Ricardo Casal como
Ministro de Justicia y Seguridad en la provincia, enterrando los cambios
fundamentales que había realizado otrora León Arslanian, cuando estuviera al
frente de la seguridad.
Mientras este último trabajo en la depuración y la eliminación
del auto control en la fuerza, Casal se ha especializado en retroceder devolviéndole
una nefasta autonomía que hace de la bonaerense un cuerpo, a diario, ingobernable
y potencial garante de una enorme cantidad de delitos.
Con esta concepción es con la que se habilita a la
intervención represiva, que cuando se da en toda su ferocidad, termina en
asesinatos como sucedió ayer.
Para colmo de males, la reacción primera del ministro, lejos
de apuntar a las responsabilidades, es anunciar dos medidas que de cara a
la sociedad, dan a entender una suerte de compensación como si hubiera dos
bandos en pugna.
Por un lado define que no se usarán más balas de goma en
espectáculos deportivos, pero por otro anuncia el fin de la concurrencia de público
visitante a los mismos.
Como si el asesinato perpetrado ayer por la bonaerense fuera
culpa de la existencia del público visitante, y no consecuencia de la forma en
que se viene profundizando un perfil represivo y autosuficiente de una fuerza
que lejísimos está de garantizar la integridad de las personas.
Lo que se dice un absurdo que responde a una lógica de pensamiento focalizada,
incapaz de ver la profundidad de la trama policial y mucho menos, la
complejidad que posee la denominada violencia en el fútbol.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario