Con “El día del militante peronista” como pretexto, ayer en
la capital bonaerense, Daniel Scioli encabezó un acto que reunió a todo su
gabinete y a 4.000 militantes de los distintos espacios que lo acompañan.
Hubiera sido un acto más, de no ser porque su hilo conductor
fue el proyecto político del gobernador y una suerte de clamor para que
encabece el peronismo, y porque no el Frente para la Victoria, en 2013 y 2015.
Scioli, medido como es su costumbre, evitó hablar del plano
electoral, y volvió a situarse en el espacio kirchnerista elogiando las
políticas llevadas adelante por Néstor y Cristina, y manifestando: “Algunos se ponen ansiosos; me piden jugátela, peléate más. Yo me peleo con quien me
tengo que pelear, con la injusticia, con los narcotraficantes”.
Sin embargo, sí hizo referencia a su proyecto político, aún
con definiciones vagas, al expresar: “Lo
nuestro es continuidad con cambio, porque es inteligente corregir y nosotros escuchamos permanentemente a la
militancia y a todos los sectores para cumplir las expectativas de todos. Yo no llegué a hacer más de lo mismo”.
Superando la vaguedad, lo que se desprende de todo su
discurso es la no disrupción respecto de este proceso histórico, sino por el
contrario, una continuidad en sus principales políticas o por lo menos algunas
de ellas.
Es claro que él y quines lo acompañan, se entienden con la
legitimidad para hacerse cargo del legado kirchnerista, aún cuando ello no
ocurra en lo mediato de los términos electorales.
Seguramente, su mayor preocupación en este sentido, es su
actual incapacidad para aglutinar aquellas fuerzas que son parte de este
proyecto pero que están fuera del peronismo y el justicialismo.
Probablemente, quienes estaban esperando un lanzamiento
sciolista con bombos; platillos; y ruptura, no lean en este acto lo que pretendían.
Lo cierto es que ayer, Scioli mostró su voluntad por dar la pelea
interna por la conducción.
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