“Conmigo se van a acabar los curros en Derechos Humanos”,
fueron las palabras utilizadas hace unos días por el candidato del pro en
campaña, Mauricio Macri; avaladas por dirigentes radicales en campaña como
Ernesto Sanz y Oscar Aguad, y apoyadas por el candidato del FR en campaña,
Sergio Massa, quién ayer señaló “Argentina tiene que cerrar la etapa de Derechos Humanos”.
Todo el espectro opositor coincide entonces, en aquella idea
vetusta y consagratoria de la impunidad: La de la clausura.
Porque el discurso de Macri, Massa y el radicalismo; el de
clausurar una etapa, es opuesto e irreconciliable respecto de la Memoria, la
Verdad y la Justicia.
Está en las antípodas de la recuperación de la identidad de
los hijos de desaparecidos robados de forma sistemática por la dictadura
cívico- militar, y de igual forma, no concibe la consagración del genocidio
como tal.
Es el discurso obsoleto y consagratorio de la impunidad que los
argentinos vimos traducido en las leyes consagratorias de la impunidad; los
indultos; y la inacción del Poder Judicial desde 1987 hasta 2003.
Fue la puesta en marcha de la política de reconciliación que
pretendió garantizar el olvido y lo que se denominó “perdón”.
En esto se traduce ese discurso que habla de “curros de los
Derechos Humanos”.
Los 116 nietos recuperados, el impulso y la colaboración
para todos los juicios a los genocidas, los espacios recuperados para la Memoria;
la política integral de Derechos Humanos que este Gobierno viene desarrollando,
es lo que Macri considera “curros” y lo que la oposición en su conjunto pretende
destruir.
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