En las últimas horas Mauricio Macri y su mano derecha, Horacio Rodríguez Larreta, arribaron a la Ciudad de Buenos Aires luego de sus imperturbables licencias – uno estuvo en San Martín de los Andes y el otro en Miami-, para cubrir la acefalía que venía soportando la CABA.
Desde luego, la demorada toma del mando frente a las terribles consecuencias que continúan sufriendo a causa del temporal algunos barrios del sur y el oeste de la ciudad, ha producido algún movimiento inicial para dar respuesta mínima ante la situación.
Cuadrillas municipales comienzan a ocuparse del espacio público, y se empieza a analizar posibles créditos del Banco Ciudad para comerciantes que han sufrido cuantiosas pérdidas.
Hasta aquí, las limitadísimas acciones y elucubraciones que ofrece el pro luego de su política de ausencia estatal en las horas más críticas.
Tan limitadas como la respuesta que decidió dar hoy a la protesta realizada por los habitantes de la Villa 31 quienes reclaman al gobierno porteño por el pago de un subsidio que dejo de abonarse y por la posibilidad de construir sus viviendas.
Frente a este reclamo que se acompañaba con el corte momentazo de la Autopista Illia, Mauricio Macri decidió enviar a reprimir a la Policía Metropolitana sin mediar palabra alguna.
Sin ser escuchados ni recibidos por el gobierno municipal, la respuesta que tuvieron los vecinos de la villa fueron los gases y las balas de goma para ser dispersados.
Es claro que Macri nunca tuvo en carpeta avanzar en la urbanización de las villas, como tampoco piensa hacerse cargo de la gravísima situación habitacional que vive la ciudad.
Son temas que no le interesan porque en su concepción de la política, el Estado no está para hacerse cargo de las problemáticas de los sectores más vulnerables, sino para garantizar los derechos individuales y salvaguardar la propiedad de sus poseedores.
Con está concepción como premisa, el pro obra frente a las consecuencias de un temporal, así como frente a un reclamo legítimo.
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