La Ciudad ya sufre el TC 2000 callejero.

El flagelo del TC 2000 callejero va tomando forma en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con el correr de los días, y no estoy hablando del caos de transito que genera, que por cierto, no titulariza de forma dramática tapas e informativos de multimedios privados como si lo ocurre cuando las causas residen en la protesta social.

Hablo de las consecuencias en cuanto a impacto ambiental que le va a dejar el negocio entre el jefe de Gobierno, Mauricio Macri, y el dueño del multimedios que transmite dicha categoría del automovilismo, Héctor Magnetto, a la ciudad.

Es que, en este sentido, parece que la organización anda un tanto falta de papeles según acredita la legisladora porteña por Nuevo Encuentro, Delia Bisutti, quien cuenta que “el ejecutivo porteño nunca nos envió el estudio sobre el impacto ambiental y las condiciones de seguridad que solicitamos” desde la legislatura, y “solo se realizó una comparación con una carrera similar que se hizo el año pasado en Santa Fe”.

Por los fundamentos “insuficientes” para la realización del evento, la legisladora presentó una medida cautelar que lo suspenda ante el Poder Judicial porteño, la cual explicó señalando: “No tenemos la tranquilidad de que este todo en regla y eso nos preocupa. Con tiempo y forma pedimos todo y faltan cosas y ahora la justicia deberá definir si se realiza la carrera. Creo que hay irresponsabilidad y muchos apuros, y hasta uno de los corredores hizo una prueba y elevó una nota diciendo que había puntos de inseguridad que no estaban claros sobre algunas curvas peligrosas”.

Pero esto del circuito callejero, absurdo en una ciudad que cuenta con un autódromo habilitado y en perfectas condiciones – el Juan y Oscar Alfredo Gálvez-, ya está mostrando consecuencias directas con la destrucción de un mobiliario histórico, como son los faroles de la Plaza de Mayo.

Tal y como suena, el gobierno pro esta cortando al medio, cuando no sacando, dichos faroles a fin de que no estorben en la carrerita del TC 2000.

En fin, una nueva muestra de que para Mauricio Macri y sus laderos, el negocio privado, siempre está por encima del patrimonio histórico y cultural de la ciudad.

Compañero Ikal Samoa