El sábado al mediodía, la Presidenta, Cristina Fernández, almorzó
en la residencia vaticana de Santa Marta con Francisco.
Fue con posterioridad al encuentro del Papa con toda la
delegación argentina, que éste y la Jefa de Estado se reunieron a solas enfocados
en un tema central y excluyente, el apoyo del Vaticano a la pelea que viene
dando Argentina contra el perverso sistema especulativo financiero
internacional.
Francisco, conocedor y militante contrario al capital
especulativo en cuanta homilía da, buscó desde el mismísimo momento de la
invitación que hizo llegar a la Presidenta, dejar en claro que la Iglesia, al
menos mientras él sea su jefe, apoyará la causa de los países que defienden su
soberanía ante el capitalismo financiero.
Es que avanzar en apoyos públicos, no deja de ser una forma
más de traducir la encíclica Evangelii Gaudium, escrita otrora por el mismo
Papa, que da cuenta de las situaciones de extorsión que sufren los países
pobres endeudados y el complejo entramado existente entre el consumismo y la
timba financiera internacional.
Evangelii Gaudium, en tanto documento oficial de la Iglesia,
sienta una postura que Francisco apuesta a profundizar de la mano de profundos
cambios hacia adentro del Vaticano.
De ahí, un núcleo de coincidencias que acercan a esta
institución con los Gobiernos Populares de América Latina, y fundamentalmente
con Argentina y el camino trazado en materia de desendeudamiento.
Entonces, al margen de lo que muchos quieran vender, resulta
lógico y racional que Francisco haga visible un apoyo contundente a la postura
argentina – la que acuerdan la mayoría de los países; algo que quedó evidenciado
cuando se aprobó hace unas semanas en la ONU, avanzar en un marco normativo
para las reestructuraciones de deuda soberana-, en la previa a una Asamblea
Anual de la ONU que tendrá este debate como uno de sus principales.
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