Como era previsible, el viernes pasado se conoció la
definición del juez Ariel Lijo de procesar a Amado Boudou, en la causa de la ex
Ciccone Calcográfica.
No llama la atención, pues todos los caminos conducían a
ello desde el momento en que el cuñado del abogado defensor de Ernestina
Herrera de Noble, lo había citado a declaración indagatoria.
Al margen de la construcción político- mediática de la
causa, de la cual se viene hablando largo y tendido, cabe destacar que en el
día de ayer, el oficialismo habilitó la comisión que definirá el pedido de
juicio político en una suerte de concesión al circo opositor.
El hecho de la habilitación, desde ya, está más ligado a las
formas - esas que tanto preocupan a los que nunca piensan en las cuestiones de
fondo-, que al resultado, también previsible, que arrojará la votación.
Uno podría pensar entonces, que la habilitación de la
comisión tiene como finalidad evidenciar la animosidad opositora por echar a
Boudou, al tiempo que se da lugar a los pasos institucionales en una situación que
desde el momento de la habilitación, se reconoce, al menos, como anormal.
Es este reconocimiento, un paso de cierto riesgo por su
carácter institucional, del cual cualquier opositor podrá agarrarse para
esgrimir su ataque al vicepresidente – entiéndase, reconocerlo es darle entidad
al circo opositor-.
A su vez, es este reconocimiento, otra posibilidad de
fortalecer todo el bombardeo mediático estrechamente ligado con la vida
judicial de la causa y con la vida institucional opositora.
Sin embargo, negar la posibilidad de esta concesión, hubiera
sido quizás otro hecho también utilizado en contra de este proceso político.
Como sea, la cuestión en la comisión se definirá por votos;
democráticamente, mal que les pese a algunos, y la oposición no tiene los
suficientes para imponer sus pretensiones – léase: ¿Quieren juicio político?
Consigan los votos-.
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