651 muertos y más de 4.050 heridos, de los cuales el 74% son
civiles según estimaciones de la ONU, es el saldo que viene dejando el ataque
del Estado de Israel en la Franja de Gaza con bombardeos e intervención
terrestre incluida, en las últimas semanas.
A ello se suma, la catástrofe humanitaria existente, una vez
más profundizada con la ofensiva en el territorio más poblado de la tierra, que
no hace más que dar cuenta de la profunda desigualdad en un conflicto iniciado
desde la implantación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948.
En esa fecha, las potencias decidieron arrebatarle a los
palestinos lo que ya era tierra arrasada por múltiples conflictos, para “invitar”
al pueblo judío a mudarse de la vieja Europa a lo que alguna vez llamaron
Canaán.
La implantación del Estado de Israel, fue un capítulo más en
la lucha por el control de esos territorios, codiciados por la fe desde la antigüedad,
y ahora por su potencialidad en tanto enclave estratégico; razón fundamental
por la cual Estados Unidos ha sostenido y fortalecido a su aliado en todos los
conflictos, y en especial, en el que hace a la subordinación y exterminio del
pueblo palestino.
Esta ofensiva en Gaza, argumentada desde el demonio teórico
del terrorismo - llámese Hamas ahora, y recuérdese que cuando fue la vía
democrática la que depositó a referentes de esa organización al frente de la
Autoridad Palestina, el autodenominado “Mundo Libre” hizo lo imposible para que
se les clausure aquella-, no es más que otro capítulo de una historia de horror
que se repite.
Se repite porque la correlación desigual de fuerzas se
mantiene estable y porque Israel no contempla otras alternativas.
Se repite porque dejando de lado la tibieza de la ONU en sus
declaraciones; tibieza que no hace más que confirmar la necesidad de profundos
cambios para ella, el autodenominado “Mundo Libre” con su gerente, Barack
Obama, mira para otro lado, cuando no justifica y avala.
Se repite y en este contexto político internacional, todo se
encamina a que volverá a repetirse, porque este Israel se muestra incapaz de
dar un salto hacia la construcción de futuro y se resigna a no ser más que un
aliado de Estados Unidos en Oriente Medio.
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