Con el cuarto cobro “por única vez” de bonistas, autorizado
por el juez Thomas Griesa, ayer, sumado a los datos duros de la timba
financiera: Dólar ilegal sin grandes saltos; bolsa con días estables; y bonos
argentinos que no sólo no pierden valor sino que además no son parte de grandes
transacciones de descarte, lo que los buitres y sus aliados locales han
denominado “default selectivo” no parece mover el amperímetro.
Máxime, si a estos datos de la timba les sumamos los de la
economía real que del 31 – jornada de inicio del no default- a la fecha, no han
tenido ninguna variación negativa: La cotización del dólar es estable; ha crecido el nivel de reservas; se ha saldado
la primer cuota del acuerdo con el Club de Paris; y no hay explosión alguna en
el horizonte económico.
El agotamiento del discurso incendiario del miedo que
publicitan en cadena nacional los medios opositores y al que se suman la gran
mayoría de los opositores con cargos institucionales, avanza al mismo paso que
el juez neoyorquino continúa dejando cobrar a los bonistas por segmentos, de forma tan irracional y
selectiva como lo fue la interpretación de la Pari Passu que adujo para
impedirles cobrar.
Tan irracional es su accionar, que resulta que el único
grupo que aún no han podido cobrar, es el minoritario de bonistas cuyos papeles
responden a la jurisdicción estadounidense – es decir, Griesa en este momento a
los únicos que continúa perjudicando es a quienes tienen bonos bajo ley de
EEUU, que son, mayoritariamente, ciudadanos de ese país y de Nueva York-.
Así las cosas, lo que se aclara aún más con el paso de los
días, es que la jugada de los Buitres era lograr inventar algo que pudieran
denominar default a fin de cobrar los seguros de la timba financiera, además de
lo que puedan sacarle a nuestro país; cobrar dos veces por lo mismo como quién
dice, entiéndase, una estafa monumental a las aseguradoras que no nos afecta en
lo más mínimo.
Argentina tomo el camino que había que tomar, el del mal
menor que, pese a todo, podría afectar negativamente a futuro en materia de
inversiones externas; esas que el autodenominado mundo libre jamás nos proveyó.
Ahora, volviendo a la ficción del apocalipsis anunciado por
la oposición, lo cierto es que este denominado default, les está pagando demasiado
poco.
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