Desde ayer por la tarde, los argentinos de buena fe vivimos horas
hermosas al enterarnos que la Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de
Carlotto, ha recuperado a su nieto, Guido, quién fundamentalmente, a accedido a
conocer su identidad, esa que le robaron al nacer.
Emoción; felicidad, son los sentimientos que tengo desde
ayer cuando se confirmó la restitución del nieto número 114; fruto de todo un
proceso de organización; lucha; compromiso; militancia; y amor, por parte de
nuestras Abuelas, y también de nuestras Madres de Plaza de Mayo.
Son horas en las que el resultado de tantos años de práctica
política sale a la luz, no casualmente en un momento histórico en el que
tenemos un gobierno que ha hecho de la bandera de los Derechos Humanos, una
política de Estado.
Y digo no casualmente, porque del 2003 a la fecha, el cambio
en los poderes del Estado respecto de todo lo que engloba esta política, ha
permitido avanzar en los juicios para terminar con la impunidad; en la
recuperación de la memoria colectiva; y en esta celebración de la vida que es cada
restitución de identidad nueva.
La restitución de Guido entonces, se produce en un contexto
donde el Estado ya no es lo que fue durante las dos primeras décadas
democráticas: Aquel conminado a consagrar la impunidad y el olvido.
Argentina es ahora, un país un poquito mejor que el que era ayer
a esta hora.
Por esta restitución emblemática, por lo que es Estela en
tanto símbolo de Abuelas, pero también porque son 114 los nietos que ya
recuperaron su identidad, fundamentalmente gracias a la militancia de estas próceres
que tenemos y que a diario, nos siguen enseñando con su ejemplo de vida.
Vamos por el 115 y por los más de 400 que aún nos faltan,
parafraseando a Estela ayer por la tarde, cuando cerrara la conferencia de
prensa.
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