Del 25 de octubre a hoy, a menos de 24 horas para el inicio
de la veda previa a la segunda vuelta presidencial del domingo, Mauricio Macri
y todo el conjunto de la Alianza Cambiemos, se cansaron de despotricar a cerca
de la supuesta campaña del miedo; algo que todos los medios opositores
acompañaron y publicitaron.
La anticipación de cómo van a echar trabajadores en la
Provincia de Buenos Aires, tal cual lo hizo ayer el flamante vicegobernador de
la Alianza, el radical Daniel Salvador, vendría a ser un claro ejemplo de la existencia
de una campaña del miedo que es bien distinta a la que Macri y sus laderos
plantean.
Ello, y las medidas de aumento en el pasaje de colectivos y
tasas municipales; las primeras tomadas tras su asunción por el intendente de Cambiemos
en Córdoba Capital, Ramón Mestre, no hacen más que dar testimonio sobre el
ajuste que significan la Alianza y su candidato presidencial.
No hacen más que poner sobre el tapete que la campaña del
miedo, como se la ha denominado, no es otra cosa que las políticas que vienen
llevando adelante los opositores y que, como han anticipado, llevarían delante
de lograr el triunfo en el ballotage, a nivel nacional.
A ese fin han venido intentando instalar públicamente que el
ajuste es inevitable así como han avanzado en búsqueda del desprestigio del
Estado y su rol como articulador social.
Y a ese fin han evitado detallar qué políticas van a aplicar
a nivel económico – ese que ahora también dicen que no es una dimensión central
de la vida de los argentinos; tal cual lo expusiera Diego Santilli, flamante
vicejefe de gobierno de la CABA-, y con qué funcionarios las llevaran adelante,
en un eventual gobierno de Macri.
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