Entre las tantas barbaridades que apuntan a fortalecer la
antipolítica como sentido común que aún continúa instalado en vastos sectores
sociales, la enorme mayoría ligadas al concepto de corrupción como un todo
desde el cual se piensa y se hace política en argentina, hoy nos anoticiamos de
una más que ha sido evidenciada.
La referencia es para el sobreseimiento del titular de la
AFIP, Ricardo Echegaray, en una causa en la que se lo acusaba de haber recibido
dádivas de empresarios para pagar los pasajes y la estadía en Río de Janeiro a
fines del año pasado.
La causa había sido originada cuando el fiscal Carlos Rívolo
decidió investigar una denuncia presentada por Juan Carlos Mussa, empresario y eterno
candidato porteño pretendiente de figurar en algún párrafo de los diarios
opositores, y patrocinada por el Grupo Clarín quién diera amplísima publicidad
con viaje a Brasil incluido.
Los fuegos de artificio de los medios opositores quedaron en
eso, logrando su contribución al paradigma antipolítico, y de allí su triunfo - entiéndase: El daño a la figura pública de Ricardo Echegaray ya fue hecho-,
aun cuando hoy mismo, la jueza federal María Romilda Servini de Cubría – una miembro
del Poder Judicial que jamás comulgo con el kirchnerismo- dictó el
sobreseimiento.
Obviamente, no es de esperar que esta resolución judicial
tenga idéntica publicidad a lo que otrora fuera la fracasada denuncia; algo que
sería contraproducente respecto del sentido a construir diariamente, salvo que
con ello, se apuntara a incluir a la jueza en el eterno manto de sospechas útil
ante situaciones como esta.
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