Criticas que no ayudan, por inconsistentes; poco
inteligentes; y retrogradas, y que vienen como anillo al dedo al consenso
mediático que suele amplificarlas de forma notable.
Modestia aparte, considero, sería una buena definición para con las innecesarias declaraciones del diputado Carlos Kunkel respecto de
su par Martín Insaurralde, tras que este último fuera a vivar la actuación de
su novia, Jessica Cirio, en el programa de Marcelo Tinelli.
Al ser consultado por el episodio, Kunkel señaló: “No creo
que valga la pena que los califique a los políticos que van a ese tipo de
programas, no tienen tanta importancia ni su actividad política ni su actividad
farandulesca” - bajada intencionada de precio un tanto discutible, si se toma
en cuenta su no menor gestión municipal en Lomas de Zamora-, y agregó, en
referencia a la disputa por la gobernación provincial que “el candidato para
ese momento va a ser el que logre el mayor reconocimiento y consenso por amplío
sectores de la dirigencia intermedia porque a un país o una provincia no se lo
gobierna con frases pintorescas dichas en algún programa de la farándula, ni
andando por ahí con bataclanas paseándose”.
Dejando de lado mí no coincidencia histórica, para con
quienes siendo parte de este proyecto o cualquier otro que pretenda gobernar, asisten
a programas de este tipo; que colocan a la política en la situación de ridículo
natural, entiendo, que no colabora una demonización a Insaurralde quien bien
podría poner como excusa válida su relación sentimental, y mucho menos, cuando esta
tiene entre sus sustentos un prejuicio machista.
Al margen de la respuesta pública – con bastante altura- que
hoy dio Insaurralde a su par, y también de la disputa entorno a la
provincia en la que se enmarca lo ocurrido, sería deseable, algo más que posible
aunque en la dinámica kirchnerista a veces pareciera que no, que este tipo de
situaciones se evitaran.
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