lunes, 23 de noviembre de 2015

Ajustado triunfo de Macri.



Los números casi finales del escrutinio provisorio - 99,17% de las mesas escrutadas-, arrojan una escasa diferencia de 704.860 votos a favor del electo presidente, Mauricio Macri, quién se impuso ayer en el ballotage.
51,40% (12.903.301 votos), logró el candidato de la Alianza Cambiemos, mientras que Daniel Scioli, candidato del Frente para la Victoria, alcanzó el 48,60% (12.198.441); ello sin contabilizar los votos blancos, nulos y recurridos (704.860, sumados), y con una participación del 78% del padrón – algo menor a la de la primera vuelta-.
Incluidos estos últimos que juntos suman el 2,48%, el porcentaje de votos con el que ganó el candidato electo presidente pasa a ser de 50,13, mientras que el de Daniel Scioli se transforma en un 47,39%, con lo que la diferencia porcentual se reduce de 2,80% a 2,74%.
Sin dudas, una diferencia a destacar, porque prácticamente está en el margen de error, y arroja un virtual empate técnico en una elección que estuvo lejísimos de los análisis que hacía la, hasta el 10 de diciembre, oposición, respecto del supuesto holgado triunfo en la segunda vuelta.
Para destacar también, son los números jurisdiccionales que muestran que el Frente para la Victoria ganó en 15 de las 24 – Buenos Aires, Catamarca, Corrientes, Chaco, Chubut, Formosa, Misiones, Neuquén, Río Negro, Salta, San Juan, Santa Cruz, Santiago del Estero, Tucumán y Tierra del Fuego-, mientras que la Alianza Cambiemos se impuso sólo en 9 – CABA, Córdoba, Entre Ríos, Jujuy, La Pampa, La Rioja, Mendoza, San Luis y Santa Fe-.
Con estos datos entonces, queda en claro que la vocación de cambio en la sociedad quedó prácticamente pardada con la expresión de quienes cuanto menos, no son proclives a grandes modificaciones; algo que bien puede arrojarse como una lectura inicial de lo ocurrido ayer y que esperemos, sepa leer el presidente electo, quién en sus primeras palabras tras la elección, esbozó más un discurso de campaña que otra cosa.

viernes, 20 de noviembre de 2015

Lo que se define éste domingo.





Claro, emotivo y conciso.

El cierre.



Felices, las almas de cristal por el inicio de la veda electoral previa al ballotage; algo que funciona como señal de un pedido más amplio, de gran parte de la sociedad, para rever esto que desde aquí, humildemente, denominamos “Campeonato Electoral”, disputado año de por medio, que gráfica bastante bien la multiplicidad de fechas de un calendario saturado en elecciones que concluye con la nacional, sea legislativa o presidencial.
A esta altura, es ésta una primera conclusión de un año electoral que cierra el domingo en cuanto a votaciones; no así, posiblemente, respecto a la disputa sobre los números finales de los comicios.
En cuanto a la última campaña, la que se dio entre el 25 de octubre entrada la noche y ayer, cabe destacar que el candidato peronista, Daniel Scioli, la usufructuó para ofrecer más certezas al tiempo que machacaba en el intento, ahora si con cierto grado de eficacia, por desenmascarar quién es su rival; a que sectores representa; y que políticas va a llevar delante de ganar.
Supo mostrar eso que algunos interpretaban como una necesidad: La distancia de lo que denominan el kirchnerismo puro, y con ello, garantizar esa obviedad que señala que las decisiones en un país presidencialista y con un presidente peronista, se toman en la Casa Rosada – aquello de la idea ridícula de un Zannini como vicepresidente como una suerte de mecanismo de control, fue dado por tierra, si alguno realmente lo creía, pues desde aquí siempre señalamos que además de ridículo era propio de un mundo fantástico-.
Scioli se enfocó en garantizar los derechos adquiridos y en cambiar en pos de incorporar las nuevas demandas, fundamentalmente, las que expresaba la opción Sergio Tomás Massa que le permitieron llegar al 20% de los sufragios en la primera vuelta.
Respecto a Macri y su Alianza, continuó con ese discurso que combina el ánimo festivo de los cumpleaños de quince con las palabras y los slogans que no dicen nada pero que caen bien – Más “Revolución de la alegría” que nunca-, y a la vez, a cuenta gotas, por momentos él y en otros sus laderos, fue advirtiendo sobre cuál es su plan de gobierno, fundamentalmente, en lo central – negado status por más de un viodero suyo; el último, hace dos días, Diego Santilli-; entiéndase, lo económico.
Con idas y vueltas; diciendo algo un día y negándolo al siguiente –el miedo a anunciar alguna medida que sabe, es impopular, lo llevó en más de una oportunidad a volver sobre sus pasos como ocurrió anteayer, cuando anunció la revisión del cronograma de feriados 2016 para ser contradicho ayer por su ministro de Cultura en la CABA, Hernán Lombardi-, pero fue exponiendo con quienes/ para quienes, piensa gobernar.
Lógicamente, se cuidó (y lo cuidaron) bastante de hablar de las consecuencias que su política económica acarrea – hiperinflación, caída del salario real, caída del empleo, debilitamiento del mercado interno, aumentos de la pobreza y la indigencia-, y a la hora de argumentar respecto de porqué según su pensamiento, éstas no ocurrirían, sólo señalo que sería por “la confianza”; es decir, una mera cuestión de fe.
El domingo a la noche, posiblemente, como antes se mencionó, sabremos que primo para un electorado que ha dado sobradas muestras de su sofisticación.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Lo que viene si gana Macri, ya se anticipa en la Provincia de Buenos Aires y se sufre en Córdoba Capital.



Del 25 de octubre a hoy, a menos de 24 horas para el inicio de la veda previa a la segunda vuelta presidencial del domingo, Mauricio Macri y todo el conjunto de la Alianza Cambiemos, se cansaron de despotricar a cerca de la supuesta campaña del miedo; algo que todos los medios opositores acompañaron y publicitaron.
La anticipación de cómo van a echar trabajadores en la Provincia de Buenos Aires, tal cual lo hizo ayer el flamante vicegobernador de la Alianza, el radical Daniel Salvador, vendría a ser un claro ejemplo de la existencia de una campaña del miedo que es bien distinta a la que Macri y sus laderos plantean.
Ello, y las medidas de aumento en el pasaje de colectivos y tasas municipales; las primeras tomadas tras su asunción por el intendente de Cambiemos en Córdoba Capital, Ramón Mestre, no hacen más que dar testimonio sobre el ajuste que significan la Alianza y su candidato presidencial.
No hacen más que poner sobre el tapete que la campaña del miedo, como se la ha denominado, no es otra cosa que las políticas que vienen llevando adelante los opositores y que, como han anticipado, llevarían delante de lograr el triunfo en el ballotage, a nivel nacional.
A ese fin han venido intentando instalar públicamente que el ajuste es inevitable así como han avanzado en búsqueda del desprestigio del Estado y su rol como articulador social.
Y a ese fin han evitado detallar qué políticas van a aplicar a nivel económico – ese que ahora también dicen que no es una dimensión central de la vida de los argentinos; tal cual lo expusiera Diego Santilli, flamante vicejefe de gobierno de la CABA-, y con qué funcionarios las llevaran adelante, en un eventual gobierno de Macri.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Debate.



Una velada histórica, se cansaron de repetir todos los medios privados, en los días previos y ayer mismo, en el inicio de la transmisión en cadena nacional – ésta parece que no le molesto a los medios opositores-, del debate que organizó la ONG Argentina Debate y se celebró en la Facultad de Derecho de la UBA.
Era lógico, la concreción del anhelado (por ellos) espacio unificado de contienda de cara al Ballotage del próximo domingo, es, sin dudas, la más grande victoria de la telepolítica en nuestro país.
Dicho esto, No se puede obviar que el escenario se pensó y se ejecutó en pos de favorecer las chances del candidato de la Alianza Cambiemos, Mauricio Macri, tanto por las temáticas pautadas como por la participación de dos periodistas abiertamente opositores de los tres que oficiaron formalmente como moderadores; entiéndase, Daniel Scioli se vio forzado a jugar decididamente de visitante, lo cual, en televisión, se ve potenciado por la naturalización del hecho en sí.
Ahora bien, avanzando sobre el análisis, cabe destacar que los debates de la telepolítica se juegan en dos dimensiones que a su vez, influyen la una sobre la otra según el momento: La que uno supondría es la más importante aunque existen sobrados casos que ponen en crisis su supuesta preminencia, de la discusión de proyectos e ideas; y la que engloba lo que tiene que ver con la imagen y lo gestual, la estética si se quiere.
El tiempo de puesta en escena está atravesado sistemáticamente por la segunda, mientras que la primera puede lograr preeminencia en los momentos en que los candidatos toman la palabra siempre dependiendo de cómo sean los planos de transmisión y las decisiones que toma el director de cámaras; hombre tan clave como oculto.
Tomando en cuenta todo esto, bien se puede leer que respecto de la primera dimensión, ambos candidatos cayeron en lo esperable respecto de sus discursos, aun cuando Mauricio Macri inició su participación de manera muy agresiva, algo que causo el efecto esperado al evidenciar los nervios iniciales de un Daniel Scioli que sin embargo, se repuso con el transcurrir de la jornada y mostro seguridad al tiempo que fue capaz de poner sobre el tapete las flaquezas de su rival.
Ninguno de los dos se salió de los ejes en los que han venido trabajando en sus campañas, y probablemente en ello, el candidato peronista tiene una mayor fortaleza; propia del que habla de políticas concretas confrontadas con lo escaso que ha mostrado su rival respecto de ello – el discurso de “La revolución de la alegría” con todos sus slogans y frases hechas se pone en crisis cuando se pone en evidencia su vacío que funciona para esconder-, pero que bien le permite exponer la idea de los dos proyectos de país en pugna.
Tras la sorpresa inicial, Scioli dio cuenta de políticas concretas a desarrollar, y se mostró firme, con ideas claras y consistentes, frente a la vaguedad de Macri; al cual se lo vio trastabillar un par de veces producto de los nervios – la batalla de los furcios arrojó un resultado de uno para el primero y tres para el segundo-.
Entonces, en esta primera dimensión bien se puede inclinar la balanza en favor del candidato peronista aunque por un margen tan estrecho como esperado.
Respecto de la segunda dimensión; la estética, el candidato del Frente para la Victoria inició ganando respecto de la vestimenta – el traje con la corbata celeste y camisa blanca sumado a la escarapela versus el traje sin corbata y camisa desabrochada dan la idea de una contienda entre “un presidente” y “un candidato a”-, pero tuvo sus altibajos en lo gestual que evidenciaron el nerviosismo que se fue disipando con el correr de los minutos.
Por el contrario, el opositor, se mostró canchero y suelto desde el inicio, pero tuvo una peligrosa actitud soberbia y sobradora que contrastó con los pasajes en los que se observó su nerviosismo al límite de perder los estribos.
Bien podría decirse que en lo que hace a la imagen la pequeña luz de ventaja la podría haber sacado el candidato de la Alianza con el beso del final con su mujer, pero ello puede ponerse en tela de juicio si se pone el foco en el momento inmediatamente anterior, cuando tras el cierra de las palabras finales de Daniel Scioli, resonaron los aplausos y la ovación sólo interrumpida por el moderador, Rodolfo Barili en ese momento, quién pidió silencio primero, y un aplauso para ambos después.
Si Macri llegaba al debate como el favorito que venía a reiterar lo que él y sus laderos repiten desde el 25 de octubre, sobre como la elección estaría definida, su andar por el debate puso en duda esa pretensión de validez.
Respecto de Scioli, pareciera haber logrado el objetivo de poner en crisis la idea del cambio a partir de mostrar, en alguna medida con mayor claridad que antes, que su rival es el candidato del ajuste; algo que, junto a su postura en la puesta en escena, le han permitido por lo menos, subirse nuevamente a una pelea que durante semanas, la oposición intento instalar como terminada.
De cualquier forma, es claro que estas apreciaciones son sólo eso, y que la gran incógnita, gira entorno a como habrá sido tomada toda la puesta en escena y en particular, el andar de cada candidato en un debate que nunca estuvo ni cerca de escapar a los márgenes de lo previsible, por las dos franjas de votantes a las cuales iba dirigida: Quienes están indecisos y quienes estarían dispuestos a cambiar la opción que eligen hasta ahora.
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